¡Ola María!
El mar en invierno, como en "Carros de Fuego", se me mete en la cabeza y me inunda, y siento frío y pasión al mismo tiempo.
Veo por las ventanas distintos azules, en un sereno desarrollo de intensidad, color y luz, hasta llegar a la lejana franja del horizonte en donde nubes estiradas y desgarradas derraman un trágico y bello color anaranjado en el confin del planeta.
Llevamos ya dos días del nuevo año y, sin más motivo, desde que recibí tu carta hace meses, hoy te respondo con aquella misma pluma gorda y azul.
No hay nadie en casa ahora. Han salido todos. Aprovecharé esta paz y esta quietud para tumbarme semidormido en el sofá, con la luz de la luna dibujando mi sombra; dejando que me enloquezca mientras mi último pensamiento escapa sin ruido por la puerta entreabierta.
Vuelvo aquí un sábado noche, el día de la nevada sobre Bcn, cuando en mi habitación la radio toca algo de jazz, acompañada por un piano negro y una voz lamenta su desdicha en New Orleans.
Hablo de "mi habitación" y dudo si es ya de quienes responden mis cartas más que de mi.
Es algo pequeña, alborotada siempre, huérfana en sus paredes aún blancas; con trastos que no uso y que voy tirando de cuando en cuando para que otros, de diferente volumen y figura, ocupen su lugar. Como si fueran de alquiler.
Es fantástico soprenderse a uno mismo algún día dando, por ejemplo, una doble volta enmig del carrer, de tothom!
Escríbeme un día, ok? ciao Mary.
-Doble Volta, de JOAN BIBILONI.
domingo, 21 de enero de 2007
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