"Ayer al atardecer, mientras me ahogaba en un mar de elucubraciones mentales, acudió a mí el recuerdo de algunas personas durante tantos años no vistas, y que quizás supusieron algo en mi vida tiempo atrás.
Sus imágenes recorrieron mi cerebro una a una, al tiempo que antiguas sensaciones renacían en mi interior. Deseé a Marta...
Ya de noche, y cansado de tanto aburrimiento, decidí salir un rato con la intención de beber cerveza y comentar con mis amigos mis circunstancias.
Recorrimos de punta a punta el luminoso escenario nocturno de bares y salas de fiesta, y volvimos a darnos cuenta de la falsedad de todos los actores, y de sus brillantes máscaras; empeñados todavía y -quién sabe si por siempre- en aparentar aquello que no son en esencia ni en espíritu: héroes de broncínea y escultural figura.
Decidí por fin dar por terminada la excursión y me senté en mi coche, pensando en retornar al hogar no sin antes "hacer algunas curvas" en la carretera de Vallvidrera.
Mantengo con mi vehículo una particular simbiosis mientras me lleva por caminos y senderos a vertiginosas velocidades, convirtiéndose entonces en mi más fiel amigo y compañero.
Una mirada al testigo de la gasolina me hizo desistir, y tomé el camino hacia mi residencia algo derrotado. Confieso, en verdad, que estaba hundido.
El último semáforo antes de mi calle se puso verde; inserté presurosamente la primera velocidad y arranqué.
A los pocos metros algo me sorprendió enormemente. ¡No era posible! Sí, ahí estaba Marta; como esperándome junto a la entrada del garage.
¡Marta!, ¡Marta! "
Sus imágenes recorrieron mi cerebro una a una, al tiempo que antiguas sensaciones renacían en mi interior. Deseé a Marta...
Ya de noche, y cansado de tanto aburrimiento, decidí salir un rato con la intención de beber cerveza y comentar con mis amigos mis circunstancias.
Recorrimos de punta a punta el luminoso escenario nocturno de bares y salas de fiesta, y volvimos a darnos cuenta de la falsedad de todos los actores, y de sus brillantes máscaras; empeñados todavía y -quién sabe si por siempre- en aparentar aquello que no son en esencia ni en espíritu: héroes de broncínea y escultural figura.
Decidí por fin dar por terminada la excursión y me senté en mi coche, pensando en retornar al hogar no sin antes "hacer algunas curvas" en la carretera de Vallvidrera.
Mantengo con mi vehículo una particular simbiosis mientras me lleva por caminos y senderos a vertiginosas velocidades, convirtiéndose entonces en mi más fiel amigo y compañero.
Una mirada al testigo de la gasolina me hizo desistir, y tomé el camino hacia mi residencia algo derrotado. Confieso, en verdad, que estaba hundido.
El último semáforo antes de mi calle se puso verde; inserté presurosamente la primera velocidad y arranqué.
A los pocos metros algo me sorprendió enormemente. ¡No era posible! Sí, ahí estaba Marta; como esperándome junto a la entrada del garage.
¡Marta!, ¡Marta! "
No hay comentarios:
Publicar un comentario