martes, 1 de abril de 2008

Era bello aquel momento...

No sabría decir cuántas cartas escribí durante aquellos meses de 1.990 y 1.991; no sé si las envié todas, porque en ocasiones uno relee lo escrito y piensa si guardarlo para otro momento, si tirarlo a ninguna parte, o si hacer como si nunca hubiera empezado.
Recibí también muchas, muchísimas visto a toro pasao. Aunque mientras viví allá se me hacían pocas, y cortas; quería siempre más.
Ahora, después de 18 años, me deshice de casi todas después de leerlas una vez más.
Interioricé cada momento, el segundo de abrirlas; lo que me llevaron a pensar entonces.
Creo que podré recordar lo más importante. Y dejar así espacio para el tiempo, para la vida sin dejar que el polvo nos cubra.
He rescatado fotografías de esos meses, y he colgado 2 aquí; una es de Melilla, con los íntimos de algunas tardes de asueto. Jesús G.Custodio, Jesús Hernáiz, David y otros dos cuyos nombres se me borraron.
Esta otra es del Acuartelamiento de Montjuic, en Bcn. Una tarde de verano por lo que puede verse. Estábamos de guardia y sin oficial alguno.
Se trataba de pasar el día entre la molicie y el dolce far niente.
Veíamos televisión, ecuchábamos algo de música, nos duchábamos a manguerazos y por la noche peleábamos con los mosquitos.
En alguna ocasión especial subía un mando con sus ayudantes para disparar salvas de Honor. Eran días de "cierta tensión", que desaparecía tan pronto salía su vehículo del recinto

4 comentarios:

tyner dijo...

photo1, todavía tenemos cara de que queda mucho camino por recorrer, no se ve el final, damos la espalda al mar porque sabemos que no hay escape posible, sólo nos queda comer y morirnos de alguna enfermedad venerea-los afortunados y avanzados en esas lides- a otros solo nos queda comer...

tyner dijo...

Pero que poco movimiento hay en este blog.

Stone dijo...

Hay momentos en que uno se detiene; si el movimiento se demuestra andando, está claro que aquel desaparece con la quietud.
Es tiempo de reflexionar, pues.

tyner dijo...

reflexionemos al menos 2 minutos aunque nos pongamos rojos de la emoción y del supremo esfuerzo que supone reflexionar sin saber porque lo hacemos.