jueves, 11 de enero de 2007

La Pastora 15 de julio de 1.984


Hola, Cristina!!
Es un modo muy típico de empezar una carta.
Quizás si la hubiese comenzado de otra forma no sabrías qué pensar. Tal vez fuese al contrario.
Desde hace unos cuantos días no me escribe nadie. Tan sólo me llegó anteayer una postal de una amiga que está "soleándose" calmadamente en Menorca. Dice que es maravilloso.
Posiblemente nadie me escribe porque yo, desde hace unos cuantos días, tampoco escribo a nadie. En parte era pereza, en parte era olvidarme un poquito de muchas cosas por algunos días.
Es aún el principio del verano y me cuesta un poco situarme, tú sabes.

Te podría hablar del lugar desde donde te escribo, de lo que veo desde aquí, de lo que aquí se oye o escucha, de cómo revolotea alguna mariposa nocturna, fea, alrededor del faro que me ilumina, y gracias al cual puedo decirte bastantes tonterías en una noche de verano como esta, porque hoy es domingo.

A través de una persiana verde que tapa -casi- en mi ventana la entrada a mosquitos, más mariposas, y otros entes nocturnos y repelentes, oigo el rumor constante, fiel, casi eterno compañero de la pequeña -muy pequeña, de veras- central eléctrica que hay en el río; y, serpenteando entre las rocas y las ramas doblegadas de algunos árboles, baja desde Pardinas hasta Ribas por la línea más profunda del valle, no muy lejos de la carretera.

Y cantan los grillos.


En un prado pequeño sobre el río y que queda frente a casa hay acampado un grupo de boy scouts o similares. Son muchísimos.

Desde que llegaron todas las noches se les oye cantar, gritar y aporrear no-sé-qué-cosas-horribles, aunque pronto se moderan. Entonces pueden verse puntos de luz, linternas que corren por todas partes, algunas sigilosas como jugando al escondite, otras más decididas; ordenando, dirigiendo, buscando, descubriendo.

Cuando se van echamos de menos algo de ese ajetreo pertinaz, todo ese alboroto constante desde la mañana, cuando les vemos subir a por la leche a Cal Sineu o a Cal Ramon.

Más tarde, todo se olvida, pero en el lugar donde acamparon quedan hincadas en la yerba las siluetas de las tiendas, y con ellas el recuerdo perdura y nace, tras unos días, una absurda sensación de soledad; alguna vez revive una emoción.

Pero siempre llegan otros, y es casi difícil acordarse de los primeros.


Igual esto te parece algo así como una crónica desde mi retiro en las montañas, ¿cierto? Tampoco tiene que ser mucho más, o pudiera decirte y contarte tantas otras cosas ...!


Ahora me meteré en la cama, y mañana, cuando me despierte, volveré a buscar en el buzón esa carta que nadie ha enviado, inútilmente.


Volveré a escribirte.

No hay comentarios: