viernes, 16 de febrero de 2007

BRILLANTE


Ahora que escribo esto recuerdo a un señor que paseaba a un perro muy pequeñito, casi insignificante. Para él era seguramente lo más importante en su vida, su compañero. Le llamaba Brillant. Brillante; pero no por las piedras preciosas, sino por su fino olfato y astucia.
Sirva esta entrada de Homenaje a Brillant.

Es domingo. Toda la mañana transcurre con calma y sin obligaciones; no hay prisas por hacer nada.
Hemos empezado por libre a tostar pan en los rescoldos incandescentes de la chimenea. He entendido que anoche, después de cenar, beber y charlar animadamente junto al fuego nos acostamos bastante tarde.
Las mejillas se sonrojan con facilidad y todo huele ahumado por momentos.

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